En la economía está el negocio

“La economía es la ciencia de cercenar los gastos superfluos”, Séneca.

Puede que parezca una perogrullada decir que no se puede gastar más de lo que se ingresa, pero lo cierto Jesús Maríny verdad es que a estas alturas de la película todavía hay quien parece no haberse enterado. Estos días estamos escuchando a diario como los políticos, todos, gestores del que hasta ahora ha sido el gran negocio de administrar lo ajeno, no dejan de anunciar  la puesta en práctica de políticas de flexibilización del gasto público (“vamos a gastar más”) en el mejor de los casos, o de aumento del mismo (“vamos a gastar hasta estrangularte”) en el peor. Todo por un sillón que les permita vivir holgadamente sin asumir la responsabilidad que se les presupone y sin tener en cuenta el daño que hacen a sus socios los contribuyentes, accionistas forzosos de la empresa, endeudándoles cada vez más y comprometiendo su humilde patrimonio presente y futuro. Si esto continua así cada vez pagaremos más impuestos y, por ende, disminuirá aún más nuestra capacidad individual de actuación. (Abro aquí un breve paréntesis para decir que visto el panorama, creo que entre quien entre en el Consejo de Administración de esta empresa llamada España, lamentablemente nada cambiará, no será ni mejor ni peor, sí igual de malo, una continuación de lo mismo pero con otro traje. Ojala me equivoque).

Pero sin querer empantanarme en el tema político, ejemplo claro de lo que no se debe hacer económicamente hablando y el cual no nos llevará a ningún lado, entremos en materia y veamos en primer lugar un ejemplo sencillo: Imaginemos que hace un año contratamos un producto financiero con el banco denominado Horizonte Flexible 30 F.I., por ponerle un nombre. A su vencimiento observamos que hemos obtenido una rentabilidad del 0,9% ¿Mucho o poco? ¿Buena o mala operación? Lo veremos más adelante.

Parto de la base de mi convicción de que todos nosotros somos dueños y gestores de al menos una empresa, nuestra economía familiar, y velar por su salud financiera es nuestra obligación y responsabilidad. Dicho esto, teniendo en cuenta el oscuro panorama político que nos rodea, la complejidad cada vez mayor de conseguir rentabilidades que ronden los dos dígitos y las virtudes y defectos del mundo globalizado en el que vivimos, se antoja obligatorio más que nunca llevar a cabo una adecuada y eficiente política de control de gastos si lo que queremos es sacar el máximo partido a nuestros negocios.

La primera vez que escuché la frase en la economía está el negocio debo reconocer que me constó entenderla. De esto hace ya unos años y desde entonces no he dejado de oírla con frecuencia en boca de una de las personas más lúcidas en los negocios que he conocido hasta ahora. Y es que de forma general cuando lo que queremos es sacar el máximo partido a nuestro dinero solemos pensar en multiplicar la cantidad que tengamos en el momento inicial, en el menor tiempo posible y sin riesgo a perder nada. Olvidémoslo, eso no existe, simplemente es imposible. Siempre que pretendemos maximizar nuestro dinero pensamos en la parte positiva de cualquier asiento contable, es decir, en el lado de los ingresos cuando, sin embargo, lo primero que tendríamos que pensar es en la parte contraria, la de los gastos. ¿Por qué digo esto? Muy sencillo, minimizar las partidas de gastos necesarios y eliminar los no necesarios es la forma más rápida de rentabilizar nuestro dinero, así de fácil. Adaptar la estructura de gastos a nuestro nivel de ingresos y no estos últimos a los gastos es vital. ¿Cómo vamos a adaptar los ingresos, algo incierto y atemporal, a los gastos? Sería como empezar la casa por el tejado.

Pues sí, nos hemos cansado de escuchar esto durante los años de crisis y, sin embargo, además de los políticos hay quien no lo pone en práctica todavía. Me explico: por una lado, invertir nuestro capital se ha convertido en algo obligatorio para nosotros los jóvenes si pretendemos mantener nuestro nivel de vida una vez alcancemos la jubilación, como ya comenté en los artículos Condenados por el sistema y Toca reaccionar. Por otro lado, aprender a convivir con la volatilidad del mundo que nos rodea debe haberse convertido en algo normal. En las inversiones nadie tiene una varita mágica que le permita acertar plenamente sobre cual es la mejor opción sin riesgo a equivocarse, nadie sabe qué va a ocurrir mañana y si lo que hoy creemos que es lo mejor también lo será dentro de unos años, jugar a ser adivinos no conduce a ningún sitio. Lo que sí es seguro es que en este obligatorio ejercicio de prueba y error, debemos aprender a controlar y gestionar los costes y comisiones de las operaciones que hagamos si no queremos que se conviertan en el cáncer de nuestra rentabilidad. Y a los hechos me remito: ahorradores e inversores particulares siguen comprando productos financieros cuando les dicen “invierte tu dinero en este producto que ha obtenido una rentabilidad X en el último año”; “te vendrá bien”; cuando en realidad a quien le viene como anillo al dedo es a quien te lo ha vendido. Ahorradores e inversores particulares continúan pagando comisiones abusivas sin preguntarse ni el por qué de las mismas, ni como afectan a la “supuesta rentabilidad” prometida y ni si hay otras alternativas.

Volviendo al ejemplo imaginario anterior: para recibir ese 0,9% el producto obtuvo una rentabilidad del 2,9% y pagamos un 2% de comisiones ¿Mucho o poco? ¿Buena o mala operación? Juzguen ustedes mismos. Casos como este se producen en la realidad con frecuencia. El cliente en más de una ocasión no sabe cuanto de caro es lo que está comprando. Lo dicho, sin economía no hay negocio, tú eres el responsable.

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