Entrevista (Parte I) al sacerdote Don Enrique López Guerrero

Don Enrique López Guerrero, sacerdote, párroco de Mairena durante 51 años (1957-2008), falleció el sábado 25 de septiembre de 2010, hace ahora 4 años. Antes de morir atendió a El Periódico de Mairena en una entrevista que ahora publicamos post mortem. Muchas personas en Mairena lloraron su muerte, la segunda mitad del siglo XX nuestro pueblo estuvo marcado por su sin igual liderazgo en todos los órdenes.

Don Enrique nació en el sevillano barrio de San Bernardo en 1930. Se ordenó sacerdote en 1955 ejerciendo en varios destinos de Patrimonio Forestal del Estado hasta llegar a Mairena del Alcor en 1957. De espíritu inquieto, se licenció en Filosofía y Letras y Psicología. Además, fue profesor de religión en el IES Los Alcores y autor de dos libros, Mirando a la lejanía del Universo y El pan de la Palabra. Cursos de catequesis bíblicas.

La vida nos golpea de manera inexorable, la muerte nos visita permanentemente. Se ha marchado para siempre uno de los sacerdotes más queridos por nuestro pueblo, un hombre de personalidad, inteligencia y liderazgo irrepetible, una persona controvertida, con una capacidad y criterio que le llevó a liderar con sello particular una parte importante del desarrollo de nuestro pueblo en todos los órdenes. Don Enrique se fue para siempre no sin antes dejar una profunda huella en el terreno religioso, cultural y social de nuestro pueblo. Durante años tuvo una fuerza arrolladora, su fuerte personalidad le permitió iniciar y consolidar grandes “empresas” religiosas y socio-culturales, lo que quedó para dar más futuro a Mairena. Es imposible pensar y comprender nuestro pasado y presente sin una mención especial a este ejemplar sacerdote que será recordado siempre.

Don Enrique llegó a Mairena del Alcor el 15 de julio de 1957, su primera misa tuvo lugar al día siguiente, cuando contaba con 26 años. Sustituyó a D. Enrique Pruquer, quien se marchó a Osuna, el cual llevaba 15 años de sacerdote en Mairena.

En 2010, poco antes de su muerte, le entrevistamos en exclusiva. Puede leer la Parte 2 de la entrevista haciendo click aquí.

José Manuel Bautista (JMB): Desde su retiro, ¿cómo ve la Parroquia de Mairena? ¿Y la vida, la sociedad mairenera?

Don Enrique López  (Don Enrique): Veo que el Sr. Cardenal ha enviado a sustitutos de gran valía (en referencia a Don Ramón Valdivia, anterior párroco y Don Carlos, vicario actual), tanto espiritual como humana que corresponden a lo que es Mairena, su categoría como pueblo. Es una satisfacción muy grande, la garantía de que mi labor de 51 años en la Parroquia de Mairena va a ser continuada y mejorada por sacerdotes jóvenes expresamente escogidos para nuestro pueblo. El pueblo mejora, veo más iniciativas, un movimiento de acercamiento de muchas personas, propio de entusiastas sacerdotes jóvenes, aunque no todo es un camino de rosas.

JMB: ¿A qué dedica su tiempo ahora?

Don Enrique: En primer lugar a mi ministerio sacerdotal del cual un sacerdote no se puede jubilar, a mi Santa Misa diaria, a mi confesionario media hora antes de la misa. Me encuentro o me visitan enfermos que necesitan una ayuda especial, mi atención a personas que requieren un consejo de mí, cosa que hago con mucho gusto. Ahora tengo mucho más tiempo para algo que es el corazón de toda la Iglesia y la espiritualidad: la oración eucarística, mi tiempo libre me permite pasar mucho tiempo con el Señor, con el Corazón de Cristo presente en la Eucaristía. También me queda tiempo para escribir mis memorias.

JMB: ¿Sigue comprometido el pueblo de Mairena con su parroquia?

Don Enrique: Veo que sí. Ahora muchísimo más. Con los sacerdotes jóvenes, es especial nuestro párroco D. Ramón, yo con su permiso llamo el movimiento continuo. Ese celo suyo está produciendo un acercamiento intenso de nuestro pueblo, ha recuperado el dinamismo parroquial por mis limitaciones, tengo por ello una gran alegría.

JMB: ¿Qué es hoy Mairena gracias a Don Enrique? (evitemos la falsa modestia).

Don Enrique: Dos cosas: primero que mi querido pueblo de Mairena es tan especial que muy probablemente en otro pueblo mi labor no hubiera obtenido los frutos aquí conseguidos. Y segundo que efectivamente yo he trabajado mucho, con mucho amor y dedicación. Ahora, mirando hacia atrás, el tiempo no me cuadra, quiero decir que me veo haciendo tantas cosas al mismo tiempo que no sé cómo repartía las horas, pero el hecho es que esas cosas se hacían. Yo atendía mi ministerio, todos los sacramentos, catequesis, enfermos, jóvenes especialmente, profesor del colegio libre adoptado, estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, y después de Psicología en la Universidad de Barcelona. Investigador de materias tan originales como la parapsicología y la ufología, investigador de campo.

JMB: ¿Y cómo cuadró todo eso en 24 horas?

Don Enrique: Yo recuerdo algo simpático y es que cuando salía de la Universidad y me venía a Mairena cogía el autobús de Jiménez o Casal y como venía lleno yo me agarraba a la barra y allí dormía plácidamente, así que le pedía al chofer que me avisara cuando llegara a la parada. Alguna vez me pasé.

JMB: Entiendo que es gran amigo de Don Agustín Jiménez, personalidad que forma parte de la historia de Mairena por su elevada contribución. Me gustaría unas palabras sobre tan notable persona.

Don Enrique: En primer lugar decir que es un excelente amigo a quien visito con frecuencia compartiendo con él mis ideas y pasando momentos muy agradables. A parte de esto creo que como médico ha sido y es tan excepcional que no necesita casi que yo lo mencione ya que muchas personas compartirán conmigo estas ideas. Tengo satisfacción de que siempre como paciente me atendió con cariño y con la mayor atención.

También hay otro aspecto que me gustaría destacar por su singularidad, que es a mi juicio de los pocos profesionales de la medicina que aceptan las facultades paranormales del hombre no sólo como algo real sino también como una ayuda especialísima para cualquier terapia médica convencional. Tanto es así que en su presencia junto a su esposa Dª Carmen Almoril he efectuado uno de los más sorprendentes experimentos de telepatía, clarividencia y precognición, cosas que le causaron gran asombro y que así me lo ha vuelto a manifestar en una entrevista concedida a la Sra. Cristina Martín, coautora del libro que estoy escribiendo para que pueda exponer el hecho como prueba testifical de excepcional importancia de la veracidad de los hechos.

Por último, aunque en su labor general como alcalde no me atrevo a emitir un juicio completo por ignorar muchos detalles, sin embargo, me consta que toda su labor la realizó con un gran celo y dedicación y, sobre todo, puede destacar la realización de la obra educativa que más influencia ha ejercido en la juventud de nuestro pueblo, la conversión de la primitiva academia que habíamos organizado con un grupo de personas interesadas en tan importante tema, en un colegio libre adoptado que fue el trampolín definitivo para que nuestra juventud llegara a la universidad.

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Con Carmelita Acosta en la Semana Santa de 2009.

JMB: Si una Parroquia no funciona, si la iglesia no funciona, ¿la vida civil puede deteriorarse?

Don Enrique: A mí personalmente me parece evidente que si una Parroquia no funciona adecuadamente, con el perjuicio espiritual que esto conlleva para los fieles, esto tendría una incidencia muy grande en todos los aspectos de la vida social y política de la demarcación eclesial en cuanto que nunca podrían comportarse igual en su conducta y en sus aspiraciones unas personas motivadas por el espíritu evangélico que nos llevan necesariamente a querer un mundo mejor, que otras con la única motivación que sus propios intereses económicos, políticos o de otra índole.

JMB: ¿Qué le gustaría haber hecho y no pudo hacer o conseguir?

Don Enrique: Formar una auténtica familia parroquial que se mostrase principalmente en el día del Señor, el domingo, mediante un templo rebosante, unos cantos llenos de fervor y un hambre de la palabra de Dios que se reflejase en la audición llena de alegría de la predicación homilética que las hiciera degustar esa palabra de vida, y dentro de esto sobre todo que esa asamblea bullera de rostros juveniles que justificaran mi amor y dedicación a la juventud que fue mi principal meta cuando arribé a este querido pueblo.

JMB: ¿Se arrepiente de algo?

(Afirma como mirando en su interior y agudizando su mirada reflexiva: “esa pregunta sí que es difícil de responder”).

Don Enrique: En cuanto que son tantas cosas las que quisiera haber hecho y no me han sido posibles, de tal manera que siempre está en mi mente la duda de si fue mi desidia, mis errores o, en definitiva, mi falta de respuesta adecuada a la fe que el Señor me regaló como don inapreciable, lo que pudo motivar tantas deficiencias como he podido observar y que solamente el Señor sabrá cuál ha sido mi culpabilidad en cada una de ellas. Yo sólo sé que quizá pude hacer bastante más si hubiera estado más cerca del Señor, porque humanamente no veo cómo hubiera podido hacerlo, dada la multitud de actividades que como ya he dicho desarrollé en estos años.

JMB: Deme una opinión sobre la juventud actual.

(Ahonda la mirada, responde rápidamente, como con tristeza).

Don Enrique: Lamentable. Me produce inmensa pena ver a esos jóvenes adolescentes a quienes siempre he querido tanto y que también con tanto cariño ellos me respondieron en mi larga andadura como profesor del Instituto, cómo ahora carecen de todo ideal y ni siquiera les queda la fuerza que siempre ha sido propia de la juventud para protestar de lo establecido en cuanto que siempre han deseado un mundo mejor. Ahora parece no interesarles nada, sólo el momento presente, más todavía, el amor parece que para ellos es ya sólo una palabra que carece de sentido, el matrimonio una institución anacrónica y risible. Solamente el sexo, porque produce una satisfacción presente, es lo que parece llamar más su atención, a parte de las botellonas, las drogas que les impiden pensar en el vacío de sus vidas, esto obviamente gracias a Dios no es aplicable a toda la juventud, pues por muchas partes surgen grupos de auténticos jóvenes que se rebelan contra esto y quieren ser la juventud de siempre, la que empuje y mejore el mundo, pero hasta ahora estos grupos son muy minoritarios dentro de la masa general que es la que se observa en la panorámica que en una primera mirada salta a la vista.

JMB: Ya no volvimos a oír más sobre el tema de Ummno y los ummitas, ¿qué fue de aquello?

Don Enrique: Sobre el tema se han escrito en Internet verdaderas aberraciones o barbaridades, no sé cuál de los dos sustantivos sería más apropiado. El hecho es que todo lo que se ha escrito sobre el tema está basado en las declaraciones de un hombre a quien yo por supuesto no me atrevo a juzgar pero que se atribuyó la autoría de todos los informes, cosa que aparte de inconcebible parecería totalmente cómica si no fuera por la aceptación que con todo entusiasmo ha recibido de una nueva hornada de supuestos investigadores que al parecer estaban bastante contrariados por las implicaciones religiosas que se derivaron de dichos informes, así se explica que se hayan hecho afirmaciones tan peregrinas como decir por ejemplo que “habiendo indagado todos los datos sobre la materia e interrogado a todas las personas participantes se deduce definitivamente que…”. Cuando yo he leído esto no he podido menos que partirme de risa antes que enfadarme, en cuanto que las personas más enteradas de toda esta temática, entre ellas yo mismo, no hemos tenido el honor de ser entrevistados por tan eximios “investigadores”. Esta respuesta es solamente por razones de espacio muy parcial porque el tema es muy complejo y requeriría una entrevista completa, pero por el momento estimo que será suficiente para que los lectores no se fíen demasiado de Internet.

JMB: ¿Qué dos grandes males tiene la sociedad actual?

Don Enrique: El primero es la muy poca disimulada intencionalidad, aunque con la más sutil astucia, de erradicar la fe cristiana sobre todo la católica en el continente que fue el que la irradió hacia el mundo, Europa. La segunda, el convencimiento de que el mundo puede alcanzar el definitivo desarrollo del progreso humano solamente con las fuerzas del hombre, la ciencia y la tecnología con la ausencia completa de Dios que lo único que podría hacer ya es estorbar dicho proceso.

4 comentarios sobre “Entrevista (Parte I) al sacerdote Don Enrique López Guerrero

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